jueves, febrero 28, 2008

Qué pena con el ratónnnn.......




Playa de Tulum. Mexico. Febrero de 2008.
Hallándonos Uma y yo sumidas en la oscuridad inevitable de nuestra cabaña ecológica sin electricidad (culpa del cerebro roto, pero esa es otra historia, alguna vela nos dejó Yuri, qué guapo es) y absolutamente convencidas de que todo el mundo debía de estar en una fiesta a la que no estábamos invitadas ("no vacancy" colgado en el resto de las cabañas, pero "no people on the beach", "no people at the restaurants" y, más sospechoso si cabe: "no people watching the moon eclipse"), decidimos simular una discoteca con la luz de nuestras linternas.
Todo empezó con una guerra de espadas de luz, chocando el halo fulgurante de las linternas, que derivó hacia el altísimo techado cónico de la cabaña, de madera y hojas de palmera imbricadas hasta formar una tupida barrera, rematada en el exterior por una red espantapájaros.
Nos estaba quedando bien la disco, con diferentes ritmos y recorridos, cuando mi aguda visión de granjera sureña detectó un movimiento extraño en algún travesaño del techo. Dirigí rauda el haz de mi linterna al sujeto para comprobar horrorizada que se trataba de ¡¡¡ una rataaa !!!
¡¡Ostras!!, dije yo sin creérmelo del todo mientras seguía con la luz la huída del bicho por los palos del techo, ¡hay una rata en la cabaña! La rata se escabulló por un agujero entre las hojas secas de palmera, el que correspondía al comienzo del voladizo delantero, el porche con vistas (al mar entre los cocoteros). Uma, muy convencida, replicó, "eso no era una rata, estamos en la playa. Sería un ratoncillo". De ratón, nada, dije, eso era una rata, ¿es que no la has visto? "Pues no, es que no llevo las lentillas, me las he quitado" (te vas a enterar cuando te operes, rica) "pero en la playa no hay ratas, será un ratón", insistía Uma. Yo, bastante nerviosa, como cualquier dama en mi situación, seguí iluminando el techo con mi linterna, por si se cumplía el dicho de "donde hay una hay más" y, ante mi atónita mirada volvió a presentarse la rata, de color gris claro aterciopelado, orejas pequeñas y redondas, ojos vivos y asustados y bigotes temblones. No pude reprimir un grito ahogado. ¡Mírala, mírala, una rata, es una rata!, pero Uma seguía sin verla bien. El bicho volvió a huir por el mismo agujero y fuimos a buscar a Yuri (dueño de la instalación). Su cabaña estaba al lado de la nuestra, pero no estaba. O no quería abrir.
Sólo podíamos avisar a Nicolás, el encargado, posiblemente el hombre más vago del mundo, que con sus andares de brazos arrastrados agarró una escalera y un palo y vino a la cabaña sin muchas ganas. Abrió la escalera, se encaramó a ella y hurgó con el palo en el agujero por donde se había fugado el bicho. Se bajó de la escalera, se dirigió a nosotras diciendo: mañana le pongo le veneno, la cocino y se la sirvo al patrón. Sonreía bajo su bigotillo y prometió volver al día siguiente con una escalera grande para ponerle veneno.
Yo no quería que la envenenase, sólo que se fuera de nuestra cabaña, que no apareciera en mitad de la noche para saltar sobre nuestras camas. Y así, al borde de un ataque de nervios sureños, Uma me sacó de allí y me llevó a pasear por la playa para que me diera el aire y dejase de alumbrar el techo con mi linterna.
No vimos a Yuri esa noche, ni al día siguiente. Creo que fue dos días después, la víspera de nuestra marcha, cuando conseguimos dar con él. Necesitábamos saber si teníamos que marcharnos a una hora concreta, si necesitaba la cabaña, si nos iba a devolver las vueltas de la compra que tan amablemente nos hizo el primer día y, sobre todo, si sabía lo de la rata. No nos puso problemas para marcharnos, cuando quisiéramos, y volvió a prometer darnos las vueltas, iba a acercarse al pueblo, a un cajero, y nos las daría (a un cajero a por 50 pesos=5$???). En cuanto a la rata.... he aquí la respuesta de Yuri (léase con acento mexicano): "Síi, ya me contó Nicoláss, qué pena* con el ratónnn". No, repliqué yo, era una rata. "Puess máss pena todavía que no era un ratónn, es raro, sí, pero estamos en la naturalesa... le pusimos veneno"
Una pena muy grande, sí, pero la escalera pequeña y el palo seguían junto a nuestra cabaña, luego Nicolás no había traído la escalera grande, probablemente no había puesto veneno (si tardaba tres días en fregar los platos!) y nunca le serviría la rata a Yuri. No por falta de ganas, sino por no cocinarla.
(*) pena=vergüenza

miércoles, diciembre 26, 2007

Irina

Es la primera vez que publico la foto de una amiga... Esta es mi amiga Irina Kitaeva, de San Petersburgo, conocida por la mayoría de las Maris este verano pasado. Ha trabajado como guía (de forma ocasional) en el Hermitage, guía turística de la ciudad y es profesora de inglés. Trabajaba en un instituto y, además, da clases a particulares y empresas. Hace unas semanas dejó el instituto para dedicarse más a las clases particulares (mucho más rentables) y parecía bastante contenta con su decisión. Tiene un marido encantador y dos niñas. La conozco a través de una amiga común, que se las apañó para que pasáramos unos días en San Petersburgo con un presupuesto mínimo. Irina nos alojó en su casa, éramos tres las invitadas y ella y su marido durmieron esos días con sus niñas en literas mientras nosotras ocupábamos su salón. Desde entonces, siempre que visito San Petersburgo quedamos y nos vemos. Irina cocina muy bien y le encanta agasajar a sus invitados y, como buena rusa, les obliga a brindar antes de beber (y a beber hasta terminar el vaso, la copa y la botella). Esa es la costumbre y, como yo no estoy acostumbrada, suelo acabar algo perjudicada y riéndome de todo. Su marido dice que se habría casado con ella sólo por el borsch que prepara y le doy la razón, aunque sus blinis también son muy cotizados. Es la anfitriona perfecta, no sólo en su casa, sino también en su ciudad. Siempre busca tiempo para enseñarte algún palacete, contarte alguna historia de los zares, prepararte alguna excursión.Hace algo más de tres semanas que Irina ha desaparecido. Fue a dar su clase de inglés por la mañana, volvió a casa, fue a dar su clase de la tarde y nunca llegó. La policía no parece tener ninguna pista fiable. Su familia está desesperada. Yo no sé de qué otra forma puedo ayudarles, de momento se me ha ocurrido difundir su imagen, por si hubiera suerte. Si no es mucha molestia, me gustaría que me ayudárais copiando esta foto y enviándola a todos vuestros contactos. Me niego a pensar que aquella mañana en Petergof fuera la última vez que nos veíamos. Gracias a todos.

martes, julio 31, 2007

Gemidos en la ciudad



Moscú, 2007. A alguna hora de la mañana.

A casa de Valia acaban de llegar Uma, Garra, la tata, la niña del helado y servidora. Mientras pasamos por turno al aseo y abrimos las maletas para dar con los regalos que traemos se escucha un lamento hondo y extraño. Se entrecorta a ratos y descansa durante un par de minutos. Luego sigue, se convierte en una especie de jadeo extraño y vuelve el quejido largo. Nos miramos las unas a las otras. ¿Qué es eso? Yo lanzo una teoría: será una mujer follando. ¿A estas horas?, pregunta extrañada alguna de nosotras. Aquí cualquier hora es buena. El escándalo es notable. La voz es de mujer madura, a veces parece de hombre. Las pausas entre cada serie de gritos son muy cortas. Si se trata de sexo yo quiero conocer a ese hombre!
Ante la continuidad agotadora de los gritos nos preguntamos qué abuela es capaz de resistir eso. Uma cree que es alguien quejándose, pero no se escuchan gritos de socorro. Es extraño, los lamentos son monótonos, como sin muchas ganas.
Por la noche nos encontramos con Sveta, la hermana de Valia. Le cuento el episodio de la mañana y nos revela el misterio: se trata de una abuela senil. A la señora le da por gritar a cualquier hora del día. No la aceptan en el hospital y está en casa con su hija. Sveta se asustó mucho cuando la oyó por primera vez, fue por la noche y no la dejó pegar ojo.
Ésta ha sido nuestra banda sonora hogareña durante 5 días.

sábado, marzo 24, 2007

Inaugurando antes de las elecciones

Siguiendo la moda imperante en la ciudad de las obras, corto la cinta bicolor antes de terminar la creación de este blog. Y no invito a la aguirre, que estará empachada ya de tanta cinta y tanta tijera, que deje algo para los demás, ¿no?

Os invito, eso sí, a todos (gallardón también está excluido, y sé que esto le quitará el sueño; haberse espabilado) a participar y a pasar la hoja del cortatramas hasta convertir la bandera en confeti cantando sobre la lluvia y bailando con hienas (ellas sí que saben reír).