Moscú, 2007. A alguna hora de la mañana.
A casa de Valia acaban de llegar Uma, Garra, la tata, la niña del helado y servidora. Mientras pasamos por turno al aseo y abrimos las maletas para dar con los regalos que traemos se escucha un lamento hondo y extraño. Se entrecorta a ratos y descansa durante un par de minutos. Luego sigue, se convierte en una especie de jadeo extraño y vuelve el quejido largo. Nos miramos las unas a las otras. ¿Qué es eso? Yo lanzo una teoría: será una mujer follando. ¿A estas horas?, pregunta extrañada alguna de nosotras. Aquí cualquier hora es buena. El escándalo es notable. La voz es de mujer madura, a veces parece de hombre. Las pausas entre cada serie de gritos son muy cortas. Si se trata de sexo yo quiero conocer a ese hombre!
Ante la continuidad agotadora de los gritos nos preguntamos qué abuela es capaz de resistir eso. Uma cree que es alguien quejándose, pero no se escuchan gritos de socorro. Es extraño, los lamentos son monótonos, como sin muchas ganas.
Por la noche nos encontramos con Sveta, la hermana de Valia. Le cuento el episodio de la mañana y nos revela el misterio: se trata de una abuela senil. A la señora le da por gritar a cualquier hora del día. No la aceptan en el hospital y está en casa con su hija. Sveta se asustó mucho cuando la oyó por primera vez, fue por la noche y no la dejó pegar ojo.
Ésta ha sido nuestra banda sonora hogareña durante 5 días.